Por Damián Stiglitz
En el número 419 de 'La Voz Judía' fue publicado un artículo titulado “La dirigencia de la AMIA: Asegura la continuidad judía o facilita la asimilación”. En el mismo afirman "Sabemos (…) de la existencia de un texto que solicita al presidente de la AMIA que en los cementerios de la institución se dé sepultura a personas que no son judías de acuerdo a la Halajá. Por otra parte nos ha llegado la información que ese texto fue entregado a la AMIA, firmado por los presidentes de dos factores ideológicos de izquierda, junto al secretario general de (…) ICUF Argentina, y dos jóvenes representando a sendos (…) grupos juveniles”.
A continuación dicen “Si bien reconocemos que todo miembro de la comunidad tiene derecho a expresar sus ideas y realizar sus solicitudes, creemos que algunas –como las que forman parte del texto en cuestión– son una demostración elocuente de la falta de conocimientos judaicos en un alto porcentaje de los miembros de la comunidad y del grado de asimilación al que hemos llegado".
Más adelante en el artículo sostienen: "(algunos) intelectuales, al igual que los firmantes de la carta y de cientos o miles de judíos están tan inmersos en el proceso asimilatorio que nos carcome y pone en peligro nuestra continuidad".
Dado que yo, en nombre del Grupo Otra Mirada, fui uno de los firmantes de esta carta que junto a otras agrupaciones comunitarias le entregamos a AMIA responderé brevemente en defensa de la misma. Esta carta tiene como objeto exactamente lo contrario que 'La Voz Judía' le adjudica: busca que se le abran las puertas a una inmensa cantidad de gente que no quiere asimilarse, que quiere continuar con la religión o la cultura judía pero no se lo permiten. Justamente, el objetivo de esa carta dirigida a AMIA es luchar contra la asimilación y garantizar la continuidad del pueblo judío.
Dejar afuera de nuestra kehilá a 30.000 integrantes de la misma (hijos de matrimonios mixtos y conversos) es fomentar la asimilación y peligrar la continuidad. No sólo la de esos 30.000 judíos sino la de otros miles de judíos (hijos de padre y madre judíos) que al ver esto se alejan. Ciertamente, son cientas (o miles) las personas que "se asimilan" y se alejan del judaísmo y de la vida comunitaria tras percibir estos problemas intracomunitarios. Ni hablar aquellos que les toca de cerca. Muchas de esas personas se sienten discriminadas y excluidas y son familias enteras las que dejan el judaísmo definitivamente tras ese choque. Tenemos varios casos conocidos en Argentina de hijas de madre conversa que no pudieron enterrar en los cementerios comunitarios a sus madres y, defraudadas y engañadas (tras décadas de ser socias de AMIA y de activar comunitariamente), se alejan de la kehilá por esta discriminación.
El principal motor de la asimilación y la no-continuidad no es la indiferencia o el desinterés de algunos integrantes de la comunidad sino, más bien, el accionar de quienes promueven ese desinterés y esa indiferencia. En vez de hablar tanto de “asimilados”, deberíamos hacernos una autocrítica y ver cuáles son los factores “asimilantes”.
Ya es hora que dejemos de echarle la culpa a quienes "se asimilan" y analicemos porqué es que tanta gente se asimila. No cabe duda que existe una gran cantidad de miembros de la comunidad que, pese a estos problemas internos, luchan contra la asimilación y siguen su judaísmo plenamente. Incluso, muchísimos de ellos, son conversos o hijos de matrimonio mixto que siguen adelante su vida judía pese a los obstáculos que se les presentan. Sin embargo, no todos toleran de la misma forma que una gran franja de la comunidad carezca de sus principales derechos como judíos sólo porque una de las tantas corrientes del judaísmo impone su forma de pensar.
En otro fragmento del mencionado artículo de 'La Voz Judía' se afirma "la carta recibida por el presidente de la AMIA, intenta desnaturalizar los valores ancestrales que han permitido la existencia del pueblo judío”.
Cabe preguntarse a qué se refieren en 'La Voz Judía' con "desnaturalizar los valores ancestrales". ¡Vaya paradoja! Precisamente, aquella carta brega por defender los valores ancestrales que permitieron la existencia del pueblo judío a través de su historia: el respeto al otro, la no discriminación, el pluralismo y la igualdad.
Creo necesario repasar algunos de los argumentos de la carta dirigida a AMIA, de la cual ‘La Voz Judía’ hace mención. Voy a referirme brevemente a los hijos de matrimonio mixto, a los conversos y a los demás grupos de judíos que están en la situación enunciada por dicha carta.
En referencia a los hijos de matrimonio mixto, la carta señala que “todos los hijos de matrimonio mixto (sean de padre o madre judía) tienen que tener los mismos derechos”. Esto es claro. Hay un grupo de hijos de matrimonio mixto que carecen de los derechos que todos los demás judíos tienen a nivel comunitario: nada menos que el derecho a la sepultura en cementerios judíos y el derecho a ser socios de AMIA. Todo esto porque un sector de la comunidad trata de imponer su definición de ‘judío’ al resto.
Personalmente, creo que el judaísmo es por autodefinición y no necesariamente por herencia. Sin embargo, veo una gran contradicción en algunos de quienes definen el judaísmo por herencia. Sabemos que la definición del 'vientre judío' tiene sus orígenes en las invasiones y opresiones que el pueblo judío sufrió, algunos siglos atrás, en las que numerosas mujeres eran víctimas de abusos y violaciones. Éstas llevaron a instituir que judío era el hijo de madre judía puesto que no podía determinarse quién era el padre de las criaturas que nacían producto de las violaciones. Esto era comprensible: la única manera de saber que el bebé era judío era porque nacía de madre judía. Sin embargo, desde el siglo pasado existe la prueba de ADN con la que cualquier ser humano puede comprobar quién es su padre. Desde ese momento, la definición del vientre judío se vio plenamente refutada por la prueba ADN (y por la realidad de los matrimonios mixtos). Basarse en esta definición (ya refutada) para determinar quién puede ser enterrado en un cementerio judío o quién puede asociarse a AMIA es no sólo discriminatorio sino completamente retrógrado. Es como si en el siglo XXI utilizáramos las definiciones de Aristóteles para distinguir a las personas en ‘ciudadanos’, ‘mujeres’ y ‘esclavos’. Es decir, no existe ninguna diferencia entre un hijo de padre judío y un hijo de madre judía, ambos son igualmente judíos, ambos son hijos de matrimonio mixto. Por ello, los Movimientos Reformista, Reconstruccionista, Liberal y Caraíta, la ley del Retorno y las corrientes laicas reconocen la patrilinealidad, es decir, para ellos es judío “el hijo de padre o madre judía". Por ello, una inmensa cantidad de conservadores se pronuncian en favor de que el Movimiento Masortí reconozca la patrilinealidad y en el lecho de sus instituciones cientos de judíos patrilineales hacen su bar y bat mitzvah y viven su judaísmo a pleno. Por ello, fue Golda Meir quien en 1971 legisló una enmienda a la Ley del Retorno, que definía como judío a cualquier persona que tuviera un padre judío en el sentido genérico, o sea, un padre o una madre. Según Golda, esta definición era la más apropiada ya que iba de acuerdo con la tradición bíblica: en la Biblia, la herencia judía iba por parte paterna, como el rey David, cuya madre era moabita (del pueblo de Amalek) y era judío por línea paterna.[1]
Lo mismo sucede con los conversos por Movimiento Conservador o Reformista. Ellos son considerados judíos por sus respectivos Movimientos y por la gran mayoría de la comunidad pero (al igual que los hijos de matrimonio mixto) carecen de los derechos
que tiene cualquier otro judío a nivel comunitario.
En la Capital Federal y GBA, según el estudio de Población Judía en Buenos Aires de Joint, hay casi 30.000 judíos patrilineales. Además, hay aproximadamente 2.000 conversos en todo el país. Es decir, en total son más de 30.000 judíos argentinos. Excluir de la kehilá a estos 30.000 judíos significa excluir de la comunidad a casi un 20% de la población judía argentina. Afortunadamente, estos judíos tienen las puertas abiertas en clubes, tnuot, templos reformistas y conservadores, comunidades, etc.
Sin embargo, cuando mueren aparece el problema. Por tal motivo, esas instituciones judías le expresaron a AMIA su malestar ante la situación actual de los cementerios comunitarios a través de la carta mencionada.
Al final del artículo, en 'La Voz Judía' afirman "Frente a esta situación, desgarrante y dolorosa, debería ser la dirigencia de la AMIA la que demuestre con su accionar cuál es el camino para evitar que el proceso asimilatorio continúe."
¿Por qué es tan “desgarrante” que alguien diga que el converso por Movimiento Conservador o Reformista es judío?
¿Por qué es tan “doloroso” que digan que los ‘hijos de padre judío’ son judíos?
Y en todo caso la pregunta sería ¿por qué recién ahora “duele” que digan que los hijos de padre judío son judíos si ya en 1971 lo dijo Golda Meir, en la década del ’80 lo dijeron las corrientes reformistas y liberales y hoy lo dice la gran mayoría de la comunidad?
Para finalizar estas palabras que lejos de buscar polémica, buscan reflexión, diálogo y debate, quisiera llegar al punto central de este humilde texto.
Los 30.000 judíos patrilineales, los 2.000 conversos, los hijos adoptivos de parejas judías y los demás miles de judíos ‘no halájicos’ también son personas, también son seres humanos, con sentimientos. Son personas que sufren, que ríen, que lloran, que sienten. No son máquinas. Ya hemos aprendido lo que significa el antisemitismo y la discriminación que nos viene de afuera. Ya hemos aprendido como se sufre y como duele. ¿Cómo puede ser que algunos hagamos lo mismo desde adentro?
La discriminación interna contra conversos e hijos de matrimonio mixto se sufre tanto o más que el antisemitismo de afuera. ¿Cómo se entiende que desde adentro le hagamos sentir a otro integrante de nuestra comunidad exactamente lo mismo que siente cuando lo discriminan por ser judío? ¿Qué hace un judío que afuera le dicen "judío de mierda" y adentro "sos un goy"? A esos mismos judíos “no halájicos” los mataban en las cámaras de gas y en la Santa Inquisición sin preguntarles si la madre era judía. Y a sus hijos también. De los 6 millones de judíos muertos en la Shoá, más de un millón eran judíos “no halájicos”. ¿Por qué ningún "guardián de la continuidad y luchador contra la asimilación" dice que en la Shoá murieron 4 millones y pico de judíos si, al fin y al cabo, el resto eran hijos de padre judío y madre no judía?
La comunidad judía es heterogénea, no es una sola y no podemos pretender que todos piensen y vivan su judaísmo como cada uno lo vive. Todo ser humano tiene derecho a pensar y a decir lo que desee pero no podemos imponerle a toda una comunidad (o a una institución) qué es lo que debe pensar o qué debe hacer en función de lo que piensa.
Sí, sigamos las enseñanzas de la Torá. Sí, sigamos las enseñanzas que la historia de nuestro pueblo nos dejó. Y sigamos los valores y principios que nuestra cultura nos ha inculcado siempre: el amor al prójimo, el respeto, la igualdad, la tolerancia, la libertad, el pluralismo, la no-discriminación y la inclusión. Así, no les quepa la menor duda que vamos a garantizar la continuidad del pueblo judío y vamos a luchar contra la asimilación.
[1] Doing Zionism. World Zionist Organization (http://www.doingzionism.org.il/resources/view.asp?id=315)
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2 comentarios:
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lolikneri havaqatsu
pero como pretendes encontrar una pareja judia haciendole ADN?
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